El fútbol y la política, esa diferencia.

Somos un país que adora a los futbolistas y odia a los políticos, de forma generalizada. Ahora también, junto a los políticos, se odia bastante al empresario. No hay más que ver un telediario para comprobar como se le dan unos 20-30 minutos al fútbol dentro de la sección «deportes» y cuando este abre con una información política, es generalmente mala.

La visión mala del empresario, potenciada gracias a la reforma laboral, es la de ese ser despreciable que se aprovecha del esfuerzo de sus trabajadores a los que luego despedirá sin contemplaciones. Sin embargo, todos los días escuchamos que necesitamos muchos emprendedores (que son más cool), autónomos y empresas para poder salir de nuestra triste situación. Recordemos que es más fácil crear una empresa en Zambia que en nuestra querida España.

No puedo evitar ponerme furioso cuando escucho (o leo) en un medio que tal futbolista va a cobrar la friolera de, pongamos, 5 millones de Euros. Y encima decir que eso es barato. Es inconcebible. No puede ser que cualquiera que solo le pegue patadas a un balón cobre más que alguien que ostenta una responsabilidad como puede ser un presidente de una comunidad autónoma o un empresario con 50 personas a su cargo. El problema viene por la generalización: hay alcaldes, concejales, presidentes que seguro que hacen un papel fabuloso, pero caen en el mismo saco en el que están los cuatro impresentables que vemos a diario en los medios. Hago estas comparaciones porque para esta penosa situación de 26% de paro, políticos y empresarios son las piezas clave en este problema. De sus decisiones valientes pende el futuro de este país.

Para que cualquier persona con un trabajo importante lo haga bien, tiene que estar bien pagado. Si Google es la mejor empresa del mundo para trabajar no es por amor al arte. El problema es que en este país nadie que esté bien cualificado va a permitir que lo enfanguen por el mero hecho de estar en una responsabilidad pública, por ejemplo. Este es el entorno perfecto para que el mediocre triunfe, para hacer de la mediocridad la norma. Nunca me cansaré de enlazar este artículo con un ejemplo perfecto.

Al futbolista que cambia de equipos como el que cambia de camisa se le aplaude, y si cobra más en el cambio se le aplaude más. Se hacen tributos, entrevistas y sus camisetas se venden como churros. Pero qué pocas veces se ve en la tele, en hora de máxima audiencia, la experiencia de ese empresario que decidió jugarse lo que tenía para realizar su sueño y de paso, hacer feliz a un montón de personas que ahora trabajan con él. O a ese político que a impulsado una medida que ha permitido crear un edificio que ahora forma parte del desarrollo de su municipio. Hay todo un circo montado alrededor de ese «deporte rey» que es fútbol, donde los actores son millonarios. ¿Por qué no se asocian unos cuantos futbolistas, e invierten sus fortunas en proyectos españoles para impulsar la economía? ¿Por qué no pagan los mismo impuestos que los demás cuando están jugando en equipos españoles? ¿Estos personajes son los que mejor nos representan? Esa roja que no tributó el premio de la Eurocopa en España.

Mientras no cambiemos la forma de ver esa parte tan importante de la sociedad como es la política y las empresas seguiremos teniendo a mediocres y corruptos manejando el futuro de millones de personas mientras que los demás nos quejamos desde nuestro sofá con el miedo a salir de nuestra zona de confort. El poder es de los ciudadanos, la pasión y la creatividad son los medios para ejercerlo.

Termino con un ejemplo reciente, el de las burlas de los guiñoles franceses al deporte español. No podía creerme cómo hasta algún ministro se puso a defender ese «ataque» al deporte español. Pero lo que no todo el mundo sabe es:

  • Los franceses se llevaron el Nobel de química en 2005, pero ojo, nosotros ganamos el Rolland Garros.
  • Los franceses se llevaron el Nobel de física en 2007, pero oye, nosotros les ganamos el Tour.
  • Los franceses se llevaron el Nobel de medicina en 2008, nosotros la Eurocopa, toma ya. En 2011, nuestros vecinos volvieron a ganar el Nobel de medicina.

«Los franceses nos envidian», decían esos defensores del deporte patrio. El salario mínimo francés es de 1.425,67€, en España 645,30€, pero tenemos la mejor liga del mundo.

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